[GELEX77]
Bufón,na.
adj. (ital. buffone).
Chocarrero.
-N. Truhán que se ocupa en hacer reís: 'Parlanchina la dueña dice
cosas banales, / y vestido de rojo piruetea el bufón' (Rubén Darío).
(Sin. Albardán).
Aunque los bufones existían ya en la antigüedad, fue en la edad media
cuando se multiplicaron hasta el punto de no faltar en ninguna corte
ni palacio. Algunos de ellos eran auténticos personajes oficiales,
como Antoni Tallander (el famoso 'mossén Borra'). Albardán de Alfonso
el Magnánimo, que fue a medias bufón y a medias cortesano. Pero la
época dorada de los bufones españoles fueron los ss. XVI y XVII:
truhanes, locos y hombres de placer de todas las especies abundaban en
la corte de los Austrias. Se trataba por lo general de enanos, y eran
tanto más apreciados cuanto mayor era su singularidad física, lo que
explica que fuesen buscados como animales de raza y que se les hiciese
venir de todos los puntos de Europa: los hubo flamencos, italianos,
franceses, alemanes, polacos. Al igual que los reyes, gustaban de
retratarse con sus caballos o sus perros de caza, las infantas lo
hacían con alguna de sus enanas, para que la fealdad de éstas hiciera
resaltar la belleza de sus dueñas: en 'Las meninas', por ejemplo, se
exhibe en primer término la aparatosa fealdad de María Bárbara Asquin
o Mari Bárbola (una enana alemana que regresó a su país en 1700), para
que haga contrapunto con la graciosa figura de la infanta. Algunos de
estos bufones no eran más que fenómenos de feria, tal como Eugenia
Martínez, pero la mayor parte de ellos aprendían a leer y escribir en
palacio, y recibían una formación profesional de gracias y habilidades
cómicas: Felipe II llegó a enviar a uno de sus bufones a Francia para
que aprendiera al lado del famoso Brusquet. Algunos eran gente de
notable talento, como Francesillo de Zúñiga, autor de 'Crónica
burlesca' de Carlos I, y unos pocos lograron desempeñar trabajos más
dignos, como Nicolás Pertusato, que llegó a ayuda de cámara, y Diego
de Acedo ('el primo'), que era ayudante en la secretaría de Felipe IV.
Todos los infantes de la casa de Austria vieron alegrada su infancia
con las gracias y juegos de sus bufones, a algunos parecen haber
cobrado afecto, como a esa Magdalena Ruiz de quien Felipe II habla
cariñosamente en sus cartas. Sin embargo, la condición de vida de los
bufones no era mejor que la de la servidumbre: comían en palacio, pero
no tenían sueldo asignado y nunca fueron tratados con largueza, sino
que se les obligaba a mendigar los donativos que recibían
ocasionalmente. Sólo en su vestido era generosos los monarcas, que
muchas veces les daban su ropa usada para que se la arreglaran
adecuadamente: era conveniente que se vistiesen como príncipes para
que desempeñaran mejor su misión de caricatura viviente de éstos. Por
otra parte, no estaban a salvo de las iras que pudieran suscitar con
sus chanzas, cuando molestaban a alguna persona de calidad:
Francesillo de Zúñiga murió de la paliza que le hizo propinar algún
noble ofendido. Con el advenimiento de los Borbones decayó el
predicamento de los bufones en la corte: Felipe V y Fernando VI
preferían los cantantes italianos, y Carlos III era demasiado severo
para tolerar tal género de personajes a su lado. En rigor, podría
decirse que los últimos bufones de la corte española fueron los Ugarte
y los 'Chamorro' de la camarilla de Fernando VII, que acompañaban al
rey en sus salidas nocturnas y le entretenían con su gracia
chocarrera.
--B. Artes. En el arte gótico las figuras de bufones formaron parte
del repertorio decorativo de orlas de manuscritos, sillerías de coro,
etc. También aparecen con relativa frecuencia, sobre todo en Italia y
a partir del Renacimiento, en pinturas que representan escenas de la
vida cortesana, como motivo pintoresco del séquito de los príncipes:
frescos de la 'cámara de los esposos' del palacio ducal de Mantua, por
Andrea Mantegna; 'Moisés recogido por la hija del faraón' (Prado), 'La
familia de Darío a los pies de Alejandro (galería nacional, Londres),
por Veronés; 'El juicio de Salomón' (palacio arzobispal, Udine) y
otras obras de Tiépolo. En cambio son extremadamente raros, en la
pintura no española, los retratos propiamente dichos, como el de 'El
bufón Gonella de la corte de Ferrara' (escuela flamenca c. 1450, museo
de Viena). En España, donde los reyes de la casa de Austria tuvieron
gran afición a los bufones u «hombres de placer», se pintaron
numerosos retratos de estos personajes, tarados física o mentalmente.
A la época de Felipe II corresponde el el de Pejerón, bufón del conde
de Benavente y el duque de Alba, obra de Antonio Moro (Prado), y el de
'Isabel Clara Eugenia con la enana Magdalena Ruiz' (escuela de Sánchez
Coello, Prado). La más extensa galería de bufones se debe a
Velázquez, quien retrató con comprensión y simpatía, no exenta de
toques irónicos, a las «sabandijas de palacio» de la corte de Felipe
IV. Unas veces son retratos insertos en composiciones de mayor
alcance ('Baltasar Carlos con un enano', museo de Boston; Nicolás de
Pertusato y Mari Bárbola en 'Las meninas', Prado); otras, retratos
individuales ('Diego de Acedo, el Primo', 'Don Juan de Austria', 'Juan
de Calabazas o Calabacillas', 'Cristóbal de Casteñeda y Pernia',
'Barbarroja', 'Francisco Lezcano, el niño de Vallecas', 'Sebastián de
Morra', 'Pablo de Valladolid', todos ellos en el museo del Prado).
También pintaron bufones José Ribera ('Enano con un perro',
colec. particular, ¿Viena?), y J. Carreño de Miranda ('Francisco
Bazán', 'Eugenia Martínez, la Monstrua' (dos ejemplares, desnuda y
vestida), Prado). En la catedral de Barcelona se encuentra el
sepulcro, con efigie yacente en bronce (1433), de A. Tallander, alias
«mossén Borra».
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