7.4.22

La Dorotea

[GELEX77]

La Dorotea.


[Panegírico que, por momentos, roza lo nauseabundo.  Aquí se les va la
pinza y todo son loores sin agregar conocimiento específico sobre la
obra.]

Obra de Lope de Vega, a la que subtituló 'acción en prosa'.  Empezó a
escribirla a fines del s. XVI, y la acabó en su vejez, poco antes de
ser impresa (Madrid, 1632).  Precursora del teatro moderno, queda
convertida en una de sus comedias más representativas.  El carácter
autobiográfico que Lope le imprimió a la obra permite estudiar en ésta
uno de los aspectos más atrayentes de la creación literaria: la
conversión de la vida en literatura, de que tantas muestras hay en su
producción, aunque no tan valiosas como ésta.  La magnífica prosa en
que está escrita, con diálogos novelescos y dramáticos a la vez,
respresenta, mejor que ninguna otra obra de su autor, el firme valor
de Lope como prosista.  Las composiciones en verso que aparecen en el
desarrollo de la acción son de lo más logrado de la lírica del autor.
Los coros de los finales de acto constituyen un curiosísimo intento de
aunar el teatro clásico con la dramática del barroco.

Es un deslumbrante cuadro de la vida en el Siglo de Oro, en el cual,
como sobre un paisaje histórico, destacan las figuras vitalísimas que
rigen el argumento: parte de la vida amorosa de Lope (Fernando),
centrada en su pasión por Elena Osorio (Dorotea), pero prolongada
hasta el drama erótico de que es intérprete tardío, con Amarilis
(Marta de Nevares), a quien idealiza hasta el más fino petrarquismo en
varios poemas líricos de la obra, de los que merecen subrayarse las
bellísimas y famosas 'barquillas'.

Lope, asiduo lector de 'La Celestina', la adoptó como molde literario,
aunque en la obra de Lope las alcahuetas son dos: Teodora, la madre de
Dorotea -en la vida Inés Osorio, madre de Elena-, en quien se atisba
claramente una posición celestinesca que busca el bien de su hija,
como ella lo entiende, y Gerarda, pura invención literaria sobre sus
congéneres anteriores, de las que ha conservado tan sólo los rasgos
caricaturescos: sus refranes inagotables y su afición al vino.  Los
demás personajes, algunos anecdóticamente identificables -don Bela con
don Francisco Perrenot de Granvela; César con Luis Rosicler, cuñado de
Lope; Julio acaso con Vicente y Ludovico tal vez con Luis de Vargas
Manrique-, son impulsores de la acción, sin que pueda mostrarse en
ellos paralelismo alguno con los de La Celestina.

El diálogo magistral de La Dorotea, con un opulento lenguaje de habla
cotidiana, unas veces vivo y agitado, cortadísimo; otras con largas
disquisiciones, muchas veces ajenas a la obra, que a menudo acaba en
certero monólogo, más que seguir en conjunto el ritmo escénico, no
obstante ser el fondo de La Dorotea, se acerca a la técnica novelesca,
lo cual no impide, sino que sugiere la idea de que esta creación
maravillosa del Fénix es la clave de su teatro y del actal.

[A esta basura exegética nos referíamos cuando, generaciones atrás, la
gente de teatro nos alejamos de estos críticos acríticos, pomposos e
insufribles.  Desafortunadamente, en estos momentos no podemos indicar
el nombre del autor porque estábamos prescindiendo de los apéndices,
pero esta entrada nos ha indignado tanto que prometemos incluirlos a
partir del próximo.]
 

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