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El condenado por desconfiado.
Drama atribuido a Tirso de Molina (1635).
Se duda si este drama fue realmente escrito por Tirso de Molina.
Algunos críticos creen que es de Mira de Amescua, o de ambos; otros lo
atribuyen a fray Alonso Remón.
Paulo hace vida de ermitaño en un desierto, pero en su pecho anida la
preocupación por su destino final. Para salir de dudas interroga a
Dios sobre su suerte. Un demonio, aparecido en forma de ángel, le
revela que su fin será el mismo que el de un bandido napolitano,
Enrico. Paulo abandona su retiro y marcha a Nápoles con objeto de
conocerlo. Los sicarios de Paulo prenden a Enrico, y el antiguo
ermitaño, disfrazado de fraile, insta al napolitano a la conversión.
Ante su negativa, Paulo desespera por completo de la salvación de su
alma, y se convierte en bandolero. Enrico es preso por la justicia;
al visitarle su padre, el amor y el respeto que el bandido le guardaba
hacen que se arrepienta y se confiese. Paulo, por el contrario, muere
en la desesperación, acosado por el pueblo, y se condena.
El drama plantea el problema teológico de la predestinación, en un
tiempo en que florecía esta problemática, especialmente en la polémica
entre dominicos y jesuitas. El condenado por desconfiado sigue las
teorías de los jesuitas representadas por el p. Molina. Las fuentes
del drama son fundamentalmente dos: la primera se halla incluida en la
obra 'De arte bene moriendi', de Bellarmino; la otra está recogida en
las 'Vitae patrum' y es la leyenda de san Pafnucio.
La obra atribuida a Tirso de Molina fue imitada por Moreto en
'El lego del Carmen' y por Hartzenbusch en 'El mal apóstol y el buen ladrón',
en España, y por George Sand en 'Lupo Liverani', en el extranjero,
siendo además traducida al francés (1863).
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